La
tos del invierno
No hemos tenido casa para amarnos
ni camas con muñecas
ni guiños contumaces
ni teléfonos propios de manos libres
faltos.
No guardamos el hielo en blancas cubiteras
ni puñales filosos de playas
conquistadas.
Nunca hubo un loro en los balcones
ni préstamos tendientes a excomunión de
murgas.
Jamás hemos gozado
blondos lechos nupciales
ni canciones remotas de progenie.
No hay belleza convulsa
en bocas insensatas condenadas a un
santo.
Navegante del aire:
con rostro abandonado en el mármol del
ágora
de regiones distantes:
Devuélveme la fe por la palabra Amor,
ausente con aviso en las trenzadas vías
de las enciclopedias del pecado.
Enséñame a escribirla,
vocal con consonante, dos veces
repitentes.
Mi papel está en blanco proclive al
esperpento,
igual que un folio de noticias,
escrito en otro idioma de
incomprensibles signos.
Por la tos del invierno:
cultivame la duda y la esperanza.
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