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viernes, 12 de junio de 2020

Fragmentos del corazón agrietado


Fragmentos del corazón agrietado.


No hay
que llegar
demasiado
tarde
para ser el último.
Para ser
el primero
en la ciudad esquiva
basta serenarse
antes y
llorarse después.

Quise
florecer
como dios
en tus noches.
Ni siquiera
fueron días.
¿Son instantes?
Dolor sibilino,
amor de caléndula
herida,
ingenuidad
en el noviciado
exagerando roces,
extenuación,
odios mortales,
aburrimiento,
maldiciones,
angustia.
Soledad
que se comparte,
soledad
que se tolera,
soledad
que se entrega
y se derrite
al despropósito
de seguir siendo
solos en la multitud.

No existe
más pasado
que este mensaje
que lego
a los ojos
de tu alma
desde
el pálpito y la extrañeza
para alojarse
en tu vacilación
huraña.

Ni tampoco creas
que hay
futuro en él.

Sigamos los consejos
que alguna vez
nos diera la luna
infructuosamente:
Enamorarse es pecado mortal.

Quienquiera
que seas
dondequiera
que estés...
estás gravísimo, hermano.
No puedo ayudarte más.
[Ni vos a mí]



¿Será nueva tu historia?
No sigas
carcomiendo
los recuerdos
de pocas imágenes
y tantas
palabras goteadas,
chorreadas.
en la hendidura
de una plaza caracol.
Dejémoslas
macerar
como frutas
en vino tinto.
Mejorarán su calidad
y no nos darán
deseos de vomitar
en las fiestas
de fin de año.

No resbales,
de nuevo.
Una locura digna
de mentes afiebradas
como nubes
de verano
quema
la siesta.
Caprichos
del gallo madrugador.

No te comprendo
(a veces)
y trato de perdonarte
(perdonarme)

(a veces)

los arrebatos,
pero se hace
tan difícil.
Las humillaciones
no tienen  vuelta atrás.
Lo mismo
que el silencio
autista.

De lo único
de lo cual no se regresa
(lo dije antes
de cometer ese delito)
es de la ridícula molicie

y su turbiedad de  muerte.

Cetrerías o Cordero de Dios de Lucía Folino

Tapa del libro Cetrerías o Cordero de Dios