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viernes, 12 de junio de 2020

Intrusos en el espectáculo


Intrusos en el espectáculo





Saroyan en su lecho de muerte:
“Creí que nunca moriría.”

Me contemplo desde
la inmortalidad de mi presente.

En la pantalla del televisor
chismes de modelos desconoc
gesticulan y cuentan
idas
de la mediocre farándula nacional.

No siempre se crea
Poesía
escuchando a Vivaldi
o a Andrey Kiritchenko
ni brindando a la salud
de Hölderin o Bonnefoy.
Diría mejor, casi nunca.
Somos esto. Estamos acá.



¡Qué insensibles que parecen
los que no aprecian
la música erudita del siglo XVII,
el trabajo de los genios
de la pintura holandesa
o los sublimes yámbicos griegos!

No obstante,
como un borracho
en la taberna,
nos preguntamos:
¿Para qué todo?
Si por mucho camino
que se ande

-lo juro pese a haber encontrado

el Santo Grial escondido--
seguirán muriendo
los asesinos y los gatos
-siete vidas también se extinguen-
y los jazmines no crecerán
si alguien
no los cuida de las hormigas.

Mas,
cuando no quede otro alguien
y siga viva
He visto envejecer
¿querré permanecer sola
en el desierto
como un personaje bíblico?

He visto envejecer
a verdaderas beldades,
caer en la degradación
a galanes notablemente hermosos,
mentir a los presidentes más amados
y desaparecer
¿dónde han ido?
a niños, mariposas y tamberos.

Y los tipos de
“Intrusos en el espectáculo”
siguen vendiendo
productos para adelgazar,
correas para perros,
alarmas antirrobo
juegos florales
y mujeres sintéticas sin gusto ni calorías,

como si
la tarde fuera un chicle
pegado sobre la mesa
o
una latita de atún
desmenuzado.


Cetrerías o Cordero de Dios de Lucía Folino

Tapa del libro Cetrerías o Cordero de Dios