Vanidad absurda
Al poema
Te hablo con una vanidad absurda
como si fuera el héroe de una guerra,
el artista laureado, omnipotente;
el Apolo mellizo de Artemisa,
la jefa de las Musas del Olimpo,
con mi cítara gastada de poesía.
Te canto con fulgor en la mirada,
con el hálito de voz que aún me queda,
y busco tu simpleza entre las sábanas
del sitio donde estés acontecido.
Porque el viento es testigo del deseo
y nunca olvidarás que fui tu azogue.