viernes, 12 de junio de 2020

El aire que deploro

El aire que deploro

La calle estaba oscura.
Los alimentos comenzaron a heder
en estado de putrefacción.
Las cucarachas escapaban de las alcantarillas.
y las cloacas desbordaban pus y miedo.

Llegaron los policías, dijeron
Boom boom
y recogieron las evidencias.
Los ruidos se desplegaron
en el aire que deploro;

el fermento de grilletes y de esposas
adiestraba con su modo hierático y ronco
el canto ancestral de sumisión y venganza.

El desalojo era total
en la marchita madrugada periférica.
La redada había sido un éxito.
Los sargentos fueron ascendidos.
La paz restablecida.
Las jeringas esterilizadas.
No quedaba un solo vestigio de banquete
sobre la faz de la tierra.

El destino de la escoria fue una incógnita.

El poder omnímodo anunciaba el descubrimiento
de una nueva droga
para controlar el apetito.





¿Qué nos importa?


¿Qué nos importa?


¿Qué nos importa Trump?
¿Qué nos importa Dylan?
¿Qué nos importan las aventuras de los monarcas
o la crueldad de los dictadores?
                        
¿Qué nos importan los resultados del
referéndum,
las correrías de los deportistas,
las veleidades de los actores,
el resultado de la lotería?         

¿Qué nos importa nada ni nadie a los honrados?
Acaso                     
si pedimos un poco de pan,
un cuarto de vino,
salud para sembrar la tierra ajena
y alimentar a nuestros polluelos
para que lleguen a ser libres, algún día.

Nuestra ropa está empapada de sudor,
la esperanza chinga por el orillo.
Renunciamos a las patrias
y nos llamaron cobardes.

No entiendo esa manía de que
la vida se escabulla
en un teléfono,
se filtre por imágenes de televisión,
o siga soñando con redes
 que nos atascan a su instante
porque somos presa fácil y abundante
para morder el anzuelo
del show que debe continuar.

Las palabras como las cámaras
nunca se apagan.

Te hablaría de los brotes de los árboles del estío,
de la gaviota herida en la playa,
de un tierno amanecer en Buenos Aires.
Te hablaría del dogma ingenuo
y del fulgor amoroso del relámpago.
Te daría mis mejores augurios y bendiciones...
ay, si pudiera.

Pero los veo pelear por nimiedades

que las bestias desconocen,
ensañarse por poca cosa:
los matices del destello de una piedra pequeñita,
el timbre de una voz.
Los oigo ir felices a la muerte con sus linajes,
sus jeringas,
sus armas de fuego y su soberbia.
Los descubro renegando de su naturaleza y
no entiendo que no entiendan el pudor
ante el inútil sacrificio que cometen.

Cayó el velo de la hipocresía
y perdieron la fe
por culpa de cuatro cerebritos malintencionados.

No sé si es eso o que no entiendo
que a nosotros
nos está vedado comprender
y renuncio a seguir fingiendo.

¿Cuánto daría por rehacer este mundo a mi
medida?

Y no sé por qué no puedo:
¿Porque no tengo ganas?,
¿porque no tengo tiempo?
o porque soy pobre
y a los pobres solo nos visitan las sombras del
conocimiento
y en el cementerio de las calles
siempre nos toca elegir la fruta descartada.

Hilos sueltos


Hilos sueltos

La parturienta dio a luz un bebé:
La inocencia de los pobres.

Otro que se caerá del catre.
El diario le dibuja en la cara
el vértigo que es la Historia.

Traición: Nombre del zoon politikon.
Son muchos los que comen sin hambre.

No te tires desde la cima de la montaña
para encontrar un milagroso paracaídas.
Óleos del surrealismo te desesperan.

Habrá que desmelenarse.
Desembozarse.
Encabritarse
Embravecerse.

Un diálogo en la esperanza:
Esa virtud de malvivientes.                         

Donde quiera que haya un artista,
verdugos en el destierro de Los Miserables.

Mutaciones propias de la vida.
Vidas imaginarias de Schowb.
Vidas paralelas de Plutarco.
Vidas de Novelas ejemplares
Apariencia de vidas
y Cervantes.
¿Y si, después de tanto por cuanto,
también la vida fuera una novela?

La duda
camina por la cruzada
de niños desdichados
que hurgarán en la basura
y no saciarán su sed de arquetipos
en la ciudad que ruge
sus nombres de pila
en la filología del viento.

¿Qué final le ponemos?



¿Qué final le ponemos?

¿Me hundiré fantasma, en otro mundo,
como aquel oculto entre gemidos invisibles
de una alcoba donde bufan
los caballos con crines de iracundia?

¿Te seguiré cardumen, en las corrientes
con ese trompeteo  militar
que no sabemos cómo alista peces
en cada puesto de batalla?

El empate no existe.
Es solo una ilusión del escapismo.


Latinoamérica


Latinoamérica:

Tú que sufres la tiranía del caos,
que has sido testigo por derecho propio
de los abusos, de la ignominia,
de la violencia y la furia de malvados
y profanos,
ruega conmigo,
para que la cría de víboras que mintió
repte por el fuego
y Dios nos salve
de tanta letra escrita en diarios de la mafia
por la oligarquía preñada
de pestes y calderones,
que se alimentan con vil basura de albañal.                                 
Todo es mentira porque todo es verdad,
el arte existe porque hay otros. 


Prólogos visuales

Prólogos visuales

Epígrafes de autor anónimo.
Comodines.
Parsimonias.
Estereotipos de conducta moral.
Vaciadero.
Hemerotecas.
Digresiones de opacidad.

Los refranes son un puñado de muletillas 
desgastadas.
         

Onomatopeyas

Onomatopeyas

La posterioridad no nos distingue
de la cabeza degollada del criminal astuto.
La diabólica serpiente desaparecerá
junto al cuadro de rostro angelical
que has elogiado en los museos.

Desaparecerán los idiomas concebidos,
los cuentos de sirenas,
la caprichosa redención de los benditos
como latosa cantinela
de la solemnidad.                                                

Queda la magia de pensar                          
que seremos inmortales
en las onomatopeyas prescriptivas del cosmos.



Cetrerías o Cordero de Dios de Lucía Folino

Tapa del libro Cetrerías o Cordero de Dios