viernes, 12 de junio de 2020

Nieve y café

Nieve y café

El día que nevó en Buenos Aires.
La eternidad de los copos que gruñen
cabe en un ojo.
La cabellera de Julio desgrana su caspa,
en un tesoro de blanco vestido de chispas.
Una fatiga crónica nos sorprende con el éxtasis
de un firmamento roto,
que cunde en sus casi noventa años
de música arrinconada en los oídos.
Nuestros abuelos nos lo contaron
para escucharse en el zumbido de la vibración.


Nieva en Buenos Aires.
El calendario está cumpliéndose ahora,
impertérrito y helado.
A su vez, lo contaremos,
sin miriñaque ni minifalda.

Alguien antes nos enseñó a engañar
sin titubeos.
Les diremos que fue histórico,
que fue un presagio,
les diremos que fue
una bendición,
una magia         
que patatín patatero.
Haremos lo imposible para que nos crean
que estuvimos felices y orgullosos,
sin pedestal a cuestas,
todavía en erupción.
No nos esconderemos del cazador
ni de la liebre desollada.
Haremos frente a nuestros secretos acentos.
Pondremos el pecho.
para opinar todavía
sobre corbatas,

vitrinas, religiones,
experimentos.
Sobre el cambio climático,
nos limitaremos a sonreír,
y nos tomaremos el último café,
con gusto a tormenta inédita,
con olor a tigre de porcelana,
cortado, sin azúcar,
hasta que caiga un relámpago
o se evapore el colesterol
en sangre.    


Cuento sobre postales


Cuento sobre postales

I-

Voces del futuro (imágenes)
Haz de luz.

Hoy somos el cuadro imaginario
que cuelga en la pared
que nos ciega el paso
con entrecortado aliento.
Retrato estrellado contra un ladrillo
errático e inestable
del tiempo terrenal.
Hoy no seremos voces mentirosas.
Hueca y agrietada hasta en los poros,
solamente
una pintura seca sobre el muro gris.

¡Qué fría es esta Antártida sin gente!
Mantos de hielo, atormentados y transidos
(pero, no me gusta la palabra transido
¿por qué la uso, entonces?)
La voz transida es menos poética que el nombre.

¡Qué frío el Polo Norte derretido
de este Polo Sur, sin “por ejemplo”!

: Acongojados?                                                     
Sí.
Dos puntos doloridos y experimentales
Que tocan el barro rojizo
como se toca un charango roto.

Y sin embargo...
con embargo.

La carambola ha desaparecido
para reinstalarse en otros corazones
que la supongan deseable
y yo ignoro, si esto es producto
de una noche larga de alcohol de quemar,
sin verdaderas consecuencias.

No quieras ver.


II-


Luego llegó el sueño.
Era aquella, una pobreza heroica.
Un órdago redescubierto.
Una clase de estado espacial,
en el que el ser humano
desarrollaba al máximo sus creencias
o valores sociales
para demostrar la fuerza del espíritu.

¿Se unen más los que tienen menos?

En la montaña diaguita se auscultaba el eco
de la necesidad llorona.
Ponchos de colores en la tierra árida.
Ponchos de todas las edades,
arropando al niño futuro:
Un coya
-como cualquiera de nosotros
hubiera podido serlo-.
Uno.
Todos los hombres.
Es el deber apocalíptico.


III-


Pesadilla.
Y la noche se convirtió en espantapájaros.
Nevaba cuando apareció el rombo fatal;
la hora misteriosa
donde el fantoche extravagante
cambia el rictus
de risa por mueca.
Un pájaro negruzco se llevó otra vez
la codiciada presa.

Caricatura de la vida.
Soledad espectral.



Convocatoria


Convocatoria:

Vamos a verles las caras,
a observarlos, a estudiarlos,
a desgarrar sus lánguidos uniformes
a jirones,
con los dientes,
con las palmas en la mesa.
Vamos a adivinar en sus pupilas
una red de cazadores fatigados,
la lacra del demonio pestilente.
Ahora bautizan nuestra acción de adultos
 y es mentira.


¿Medirá igual longitud
el perímetro de la circunferencia
si canjeamos dos radios por π
en lugar de π por diámetro?

Perdón por la aerofagia de escolares.
Al principio, en los tiempos desparejos,
nuestra fe iba sin compañía en los discursos.
Salve Dios que nos inclina a decir
que este aviso  es cordura y no imprudencia.

Estamos convocando a los ejércitos
de hombres y mujeres del futuro.

Si nos roban el cuarenta por ciento
de la leña, haremos fuego
con la rama, la vena y la palabra.

Si nos roban el todo del faltante
seremos el preludio y su efeméride.


Tatuaje (26 versos)



Hombre tatuado en la espalda,
el síntoma indefinible en
transustanciación mundana.
Báscula por terciopelo,
suplicio de piel arcaica.
Susceptible, susceptible
Máscara en relieve báquico,
rebosamiento y botana.
Exánime cabildeo.
Barniz de perfil acuático:
Mar y ajo, tierra y mimbre,
Catedral de unción de alas
contra tornados de viento.



Te debía estas estrofas,
aguda sal de las pampas,
equinoccio de compases
al compás de pez y raya,
cifrada en occidentales
equívocos de la infamia.
Licor de gustos exóticos
en el bar de los vocablos.
Salud, verdad, pan con cielo,
musical juego entusiasta,
Colibrí al revés, machete,
compañero  compañero,
Alud de los epigramas.


Ego


Ego


Primero fue el descubrimiento de la sierpe,
después la poesía del suicida.

Los profesores se empeñan
en encontrar las causas biológicas de la depresión.

Cien métodos infalibles.
Cien perfectas verdades
que no se discutirán en el aula.
Cien
(o noventa y nueve ,
porque todos te roban un poquito)

No estoy de acuerdo.

-casi nunca estoy de acuerdo-
Los que podamos atravesar el camino
seremos el nuevo aparat de los dioses.

Nunca esperes mandatos
aunque sí, mandalas.

Ego te absolvo.

La geisha


La geisha


Prepararse para ser geisha toda la vida.
Aprender a bailar igual que el viento,
a esculpir palabras balsámicas,
a tender una mano nívea y firme.
Ser la más hermosa;
apaciguar la mirada
y templar el corazón al sacrificio.

Prepararse para ser geisha
y saber que quien manda
en el Palacio
es aquel que controla,
con suaves masajes elementales,
los pies del  emperador.
Cambiar el kimono por la alta costura,
el cepillo casero por las sofisticadas peluquerías.
Caminar lentamente,
mas, ágil como una ardillita
consumando en Pandemonium
Pasión y Belleza.

Prepararse a oler como las lilas,
aprender a bajar los ojos,
a ser sutil con las diferencias.
Iluminarse con Basho
con Li Po o con Steiner,
pero iluminarse, sobre todo,
con rubor para mejillas
de marca afrancesada.

Recitar igual que los ángeles
poemas orientales con magnolias,
tierna y macerada la voz
en toneles añejos,
y seguir luciendo
fieramente indecente a los cuarenta
como una Ava Gardner
que no pierde su compostura
en las noches de copas de El Botín.

Prepararse para ser geisha,

doblemente geisha,
e instalarse en el jirón del mito,
dejar de ser una misma
para ser lo que los demás
quieren que seas,
y un día cualquiera
encerrarse en una habitación,               
llena de flores y parientes,
pero antes iluminarse,

sobre todo, con rubor para mejillas
de marca afrancesada
y aceptar humildemente
que la Vida nos pegó un tiro.


Intrusos en el espectáculo


Intrusos en el espectáculo





Saroyan en su lecho de muerte:
“Creí que nunca moriría.”

Me contemplo desde
la inmortalidad de mi presente.

En la pantalla del televisor
chismes de modelos desconoc
gesticulan y cuentan
idas
de la mediocre farándula nacional.

No siempre se crea
Poesía
escuchando a Vivaldi
o a Andrey Kiritchenko
ni brindando a la salud
de Hölderin o Bonnefoy.
Diría mejor, casi nunca.
Somos esto. Estamos acá.



¡Qué insensibles que parecen
los que no aprecian
la música erudita del siglo XVII,
el trabajo de los genios
de la pintura holandesa
o los sublimes yámbicos griegos!

No obstante,
como un borracho
en la taberna,
nos preguntamos:
¿Para qué todo?
Si por mucho camino
que se ande

-lo juro pese a haber encontrado

el Santo Grial escondido--
seguirán muriendo
los asesinos y los gatos
-siete vidas también se extinguen-
y los jazmines no crecerán
si alguien
no los cuida de las hormigas.

Mas,
cuando no quede otro alguien
y siga viva
He visto envejecer
¿querré permanecer sola
en el desierto
como un personaje bíblico?

He visto envejecer
a verdaderas beldades,
caer en la degradación
a galanes notablemente hermosos,
mentir a los presidentes más amados
y desaparecer
¿dónde han ido?
a niños, mariposas y tamberos.

Y los tipos de
“Intrusos en el espectáculo”
siguen vendiendo
productos para adelgazar,
correas para perros,
alarmas antirrobo
juegos florales
y mujeres sintéticas sin gusto ni calorías,

como si
la tarde fuera un chicle
pegado sobre la mesa
o
una latita de atún
desmenuzado.


Cetrerías o Cordero de Dios de Lucía Folino

Tapa del libro Cetrerías o Cordero de Dios